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jueves, 27 de mayo de 2010

El asesinato de Florentino Balbuena

Capítulo I



Voy por encima de la pena, voy acabando una condena y teniendo frescos los recuerdos, mi mente ya se recupera. Hace cinco años conocí a Florentino Balbuena en una licorería, yo preguntaba por un buen coñac, pero no tenía ni la menor idea de cuál pedir, no sé mucho de tragos pero tengo muy buen gusto, eso sí. Florentino se me acercó y como sin dirigirme la palabra me dijo cual pedir, yo solo repetí lo que oí, quiero llevar un Martell Cordon Bleu, le agradecí al instante por salvarme del bochorno frente a mi acompañante, una linda mujer de aspecto muy provocativo, al parecer se dio cuenta de mis intenciones para la noche. Se presentó de inmediato y presentó también a su esposa, ellos compraron un vino bastante caro, Florentino me dejó su tarjeta a cambio de la mía, me aclaró ser un hombre de negocios y que me llamaría pronto para saber de mí. Al parecer tenía buen ojo para reconocer a las personas con potencial, pero qué sé yo, no le di mucha importancia, más preocupado estaba por pagar los mil dólares que costaba ese coñac, mi tarjeta de crédito salió chispeando.
Al salir me dirigí a mi departamento, antes de ir a la licorería había ido a un restaurant de carnes muy fino, Romina escogió el lugar, luego ya para terminar la noche en mi departamento disfrutamos del coñac y de lo aventurados que pudimos ser entre tragos aquella noche.
Era nuevo día y mientras despertaba me iba dando cuenta de que no recordaba mucho, Romina, la chica de cuerpo esbelto y de carita de ángel se había ido como si se tratase de algún encontrón pasajero. No lo voy a negar en realidad eso fue lo que busqué esa noche, además tuve a mi favor el conocer a este nuevo y enigmático amigo, Florentino Balbuena, que de alguna extraña manera recordaba impresionado, como si presintiese algo venidero.
No era de extrañarse que de Romina no supiera más, habían pasado ya más de dos semanas y no me atrevía a telefonearla ni ella a mí. No estaba preocupado ni mucho menos, pero bueno yo sabía que me la volvería a encontrar. No fue sino hasta el siguiente mes que volvimos a salir, pero esta vez solo tomamos un café y me dijo que la lleve de vuelta a su trabajo, al llegar dejó en claro que estaba saliendo con otra persona y que era algo que a pesar de no tener futuro le atraía mucho. No pregunté mucho y decidí despedirme de manera seca y cortante al dejarla y no le ofrecí nada.
El otro día fui de compras a Metro, se me antojó llenar mi refri de chelas, una clase de gustos barato que me gusta experimentar cada cierto tiempo para vivir a todo dar mi vida de soltero, unas cuantas chelas nunca pueden faltar. Ahí me encontré con el señor Balbuena, lo saludé cordialmente y le hice recordar lo agradecido que estaba por recomendarme aquel coñac, él feliz me dijo que me recordaba y que tenía planes para este fin de semana, una parrillada en casa de un amigo de infancia suyo y me dijo que estaba invitado. Sin opción a negarme acepté, pero traté de dar la excusa de que no tenía pareja, él sorprendido dijo:
- No se hable más, le diré a mi hija que tú la llevarás a la reunión- habló sonriendo.
A mí que no me gustan las citas a ciegas, pero aún así algo me decía que hacía bien aceptando, veía una amistad en él como la que hay entre un padre y su hijo. Luego de un rato en Metro y con la dirección de Carla y del señor Yllescas en el bolsillo de mi camisa, decidí caminar para ver algunos bocadillos para mi alacena, mientras mi caminata se iba dando vi conversando a Romina con el señor Balbuena, al parecer ella también lo recordaba y se lo encontró también, me pareció muy raro, pero no vivo haciendo acotaciones tontas.
Al llegar a mi departamento llamé a Carla para acordar todo, le dije que era amigo de su padre y ella me dijo que ya había oído hablar de mí un tiempo atrás, sin querer para ella yo ya era un conocido, asintió lo que le decía y aceptó ser recogida a las once de la mañana para no quedar mal con el señor Yllescas.
Ese sábado que aún recuerdo con mucha frivolidad, recogí a Carla a las once en punto como lo acordamos y mientras estábamos en el carro le pedí que me vaya contando cosas de su padre, ella resaltó que era un mujeriego de lo peor, pero que a su edad eso ya no le importaba, ella se manejaba sola y me contó también que su mamá vivía sola en Washington desde que ella tenía diez años, yo me asombré pues me pareció haberlo visto aquel día con su esposa, pero fui atando cabos sueltos mientras me contaba sus anécdotas.

Capítulo II



Al llegar estaba muy alegre, la hija del señor Balbuena resultó siendo una chica espectacular, era una hermosa chica de cabello castaño muy claro, ojos azules y piel bronceada. Aspecto que sacó obviamente a su madre, pues los ojos del seños Balbuena eran marrones, nada claros, y a pesar de lo blanco de su cabello se podía distinguir que había sido un tono más oscuro. Carla se mostró sumamente interesante durante todo el camino, quería que el señor Balbuena notase lo embobado que había quedado con su hija, pero al parecer el aún no había llegado. Saludé al señor Yllescas con un firme apretón de manos y le sonreí, él al verme al lado de Carla supo que venía departe del señor Balbuena, inmediatamente me devolvió el gesto y me dijo:
- Llámame Víctor hijo, Florentino habló muy bien de ti ayer en la reunión de la directiva, tiene algunos planes para ti- dijo orgulloso.
No entendía mucho de esto, el señor Balbuena apenas me conocía y se me hacía extraño que tuviese, desde ya, planes de trabajo para ambos. Víctor me advirtió de la presencia de su gran amigo Florentino en el estudio y yo de inmediato me excusé con Carla y con Víctor y decidí dar una vuelta por el estudio. Al llegar no pude evitar impresionarme con la escena, Florentino estaba besándose con Romina de una manera apasionada, feroz y a la vez asquerosamente con sabor a infidelidad. Hice un sonido con la garganta para dejar en claro que estaba presente y Florentino volteó con una sonrisa un tanto burlesca y Romina me vio inevitablemente sonrojada y desmoronada, al parecer no me esperaba ahí. Florentino me miró y me dijo ya sin reírse.
- Gastón, hasta que llegaste, quería hablar contigo de negocios, al parecer ya conoces una parte de él-regresando su gesto de risa- ¿Carla es linda no?
- De qué diablos habla, no entiendo ni un carajo de lo que está pasando acá- ataqué de inmediato.
- Tranquilo hijo, baja la guardia, no estamos haciendo nada malo, solo hemos hecho un simple cambió que te va a traer grandes beneficios- aclaró Florentino- digamos que has recibido una parte del pago por Romina- sonrió.
- ¿De qué mierda hablas viejo enfermo? ¿Romina tú qué haces con este huevón?- estaba perdiendo el control mientras Florentino se relajaba aún más.
- Esos no son los modales que tenías cuando te conocí- reclamó- mira todo es muy simple Gastón- comenzó a explicar Florentino- el día en que te conocí no eras lo único que llamó mi atención, te ayudé tratando de llevarme algo a cambió- cambió la mirada a Romina y acarició una de sus mejillas- es algo que hago muy a menudo, dar para recibir, pero sentí que debía darte algo más que una recomendación, es ahí donde entra mi hija- parecía divertirse.
Al parecer a este viejo le gustaba vivir una vida bohemia y algo abstracta, me estaba intercambiando a Romina, algo que al parecer yo estaba dispuesto a intercambiar luego de lo sucedido. Romina había perdido ese encanto que tenía desde el preciso instante en que la vi besando al horrendo señor Balbuena y si hija estaba como quería así que sin importar nada cambié mi expresión.
- Está bien, acepto el trato, puedes quedártela no me interesa- propuse sin mayor indecisión- tu hija me interesa, la encuentro muy atractiva y deseo quedarme con ella- dije ya creyéndome todo- a cambio tendrás a Romina, una chica que ya utilicé como quise- comencé a cambiar los papeles.
- ¡Perfecto!, todos ganamos- el gesto cambió para Florentino- durante la comida quiero que hablemos de negocios.
- Está bien, iré a ver a Carla- dije mientras salía de la habitación.
Para la hora de la comida nos sentamos en una gran mesa, todos disfrutando de la excelente selección de vinos y embutidos. A su vez disfrutaba convencidísimo del futuro de mi relación con Carla, hablándole despacito al oído, tratando de conquistarla de a pocos.

Capítulo III



Algo raro pasó en esos instantes, recibí un mensaje de texto que me obligo a salir de la sala comedor. Pedí permiso y lo recibí en la cocina donde me encontré con Romina, se acercó a decirme que era un perro por pensar así de ella, al perecer estaba muy preocupada por la conversación que había sostenido con Florentino. Yo no le presté atención, no me interesaba responderle nada, en realidad, solo quería ver el mensaje que recién me había llegado. Al leer el mensaje lo confundí con esos mensajes promocionales que manda la compañía de teléfonos, decía en letras grandes “NO SABES LO QUE TE ESPERA HOY”, no me esperaba nada parecido, ni sorpresas por parte de mi compañía, creo que eso era lo de menos. Al levantar la cara Romina estaba llorado y se dirigía al comedor. Decidí seguirla para que no ocasionara una escena como su carácter acostumbraba.
- ¿Romina qué pasa?- pregunté estúpidamente.
- ¡Ay Gastón no te hagas el idiota!- exclamó dándome un puñete a medias en el brazo- Tú te debías seguir muriendo por mí y así hubiésemos cagado a ese viejo de mierda para sacarle su plata.
- ¡Ah, mira que conspiración la tuya!, ahora te quedarás atada a ese viejo por perra, no tengo nada contra él, es más, su hija, como ya lo dije, me atrae mucho- volví a acotar.
- Te conozco Gastón, no quieres nada con esa chica, solo lo haces por joderme- dijo algo aturdida.
- ¿Tú me conoces?, hazme el favor y regresa por dónde viniste porque ahora yo soy un hombre de negocios- hablaba feliz, gozando mientras veía sufrir a Romina, tratando de imaginarme su terrible futuro atada a Florentino.
Fue entonces que escuchamos unos gritos en el comedor. Florentino que estaba sentado a la cabeza de la mesa, había caído desmayado. Cuando escuché el sonido estruendoso de su caída, corrí a ver lo que había sucedido y llegué en el preciso momento en el cual el señor Yllescas le tomaba el pulso con angustia afirmando que el señor Balbuena había sido envenenado para que su muerte sea dada como natural, pero el efecto del veneno era muy notorio. Al llegar los inspectores, policías, alerta médicas, se llevaron a Florentino y este se fue acompañado por Carla, yo la deje ir y le dije que trataría de resolver lo que había sucedido aquí, que se vaya a acompañar a su padre. Los inspectores dijeron que el portador del veneno podría ser cualquiera de los que participaron de la reunión, así que no la dejaron salir a nadie más. Aquí viene lo curioso, al revisarles a todos sobre si alguno de nosotros poseía el veneno o no, me lo encontraron a mí. Todos me miraron asombrados y los policías de un golpe me pusieron contra la pared y me arrestaron, miré a Romina, ella me había visto en la cocina, era la única que podía atestiguar a mi favor, al gritar su nombre ella se rió y se despidió guiñándome el ojo y mandándome un beso. Obviamente di a parar en la mugrosa cárcel.

Capítulo IV


Han pasado casi cinco años desde la muerte de Florentino Balbuena y nadie se ha acercado a visitarme, ni a criticarme siquiera, lo único que supe fue que Carla se aseguró que un abogado suyo me hundiera en la cárcel. El señor Yllescas le recomendó al mejor abogado de Lima. Yo sigo aquí esperando terminar mi condena, con la certeza de que la maldita boa constrictora de Romina Risco ha sido la causante de mi penosa situación, lo peor de todo es que no puedo siquiera dar argumentos a mi favor, porque sencillamente no los tengo. Al menos ayer me llamó Carla, me dijo que era urgente reunirnos. A veces la gente no piensa, creen que tengo opción, dentro de esta jaula me obligan a hacer lo que ellos quieren y bueno tampoco me negaría a verla, al fin y al cabo ella piensa que maté a su padre. Es más creo que ya llegó.
- Levántate que tienes visita- dijo el policía con un acento manipulador.
Yo me dirigí a la sala de reuniones personales con un aspecto desagradable, desde que entre a la cárcel decidí no cortarme el pelo ni rasurarme y eso ha causado efectos negativos en mi aspecto.
- Hola Gastón…- me miró Carla con un gesto raro.
- Oye sé lo que piensas Carla pero la verdad es que…- me cortó.
- Yo sé la verdad Gastón y lo siento mucho, no te debí inculpar a ti- pero no tenía opción.
- ¿Qué? ¿Qué pasa?, no entiendo nada- me extrañé.
- La verdad es que yo estaba muy resentida con la vida que tuve y ya era hora de hacer pagar a ese viejo maldito- se rió- a pesar de que tuve que dejar algunas cosas a medio hacer, no podía dejar escapar esta oportunidad.
- Y yo culpando a Romina todo este tiempo, jamás debí dejarla irse de esa manera, no debí tratarla así, aunque todos cada cosa que recibimos lo tenemos bien merecido- afirmé.
- Tú lo has dicho Gastón, tú fuiste un patán, mi padre un mujeriego, Romina una perra y yo aunque nadie dirá nada para cambiarlo, maté a Florentino Balbuena. Nos vemos en veinte años, perdedor.
- El peor castigo te lo llevarás tu Carla- me adelanté- te vas a morir de la culpa, te va a carcomer y corroer la piel el verme aquí, pudriéndome en la cárcel- sonreí sabiendo que lo que yo tenía no era peor que lo que tenía Carla- Nos vemos en veinte años, si es que sigues viva.

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