Red Bull Music Academy Radio

lunes, 15 de marzo de 2010

El amor no encaja en tu soledad



Sentado en mi escritorio, son las cuatro de la tarde y parece que las manecillas del reloj no avanzan en el tiempo usual y es la desesperación la que me deja impaciente ante mi próximo encuentro con el destino.
Lo he pensado muchas veces y salir a pasear por las mismas calles me tendrá que traer algún provecho.
Todos los viernes luego de salir de mi rutinaria vida en la oficina voy al café de la avenida Larco al frente del parque Kennedy, suelo sentarme a tomar un simple café y mirar cómo la gente va pasando y mi juventud se va acabando.
No me quejo de mi trabajo aunque sé que podría ser algo mejor, me quejo de mi soledad y de mi mala suerte para el amor.
No suelo irme de fiestas los sábados, pues ayudo a mi abuela a pasar con mucha felicidad los últimos días que le quedan y aunque llevo largo rato en ese plan, no me siento impaciente, ella se vio muy afectada con la muerte de su único hijo, mi padre, el cual siempre fue su orgullo, me gusta pensar que esos sentimientos fueron pasados ahora hacia mi persona.
De tal modo como ven estos son mis momentos en los cuales disfruto de una incómoda pero relajante soledad, alejada del insípido amor, sin preguntarme para qué lo necesito o cuándo llegará a mí.
Las relaciones en mi juventud me hicieron dar de cuenta que en ese aspecto suelo dar de tonto siempre, iluso e ingenuo fiel a mis costumbres, la pego de muy bonachón, crédulo y hasta a veces aburrido porque ando cargando con lo mismo siempre.
No puedo decirte ahora que no tengo a nadie pero aunque la hubiese no tendría sentido porque no funcionaría.
Hay una chica en el trabajo, comenzó hace unas semanas y no paramos de mirarnos, hablamos poco pues mi oficina es algo de altos cargos y la verdad no suelen entrar mucho mis empleados, no soy el dueño ni el jefe, pero manejo un grupo de gente, es decir, que tengo personas a mi cargo, en fin, esta mujer, juvenilmente guapa, de esbelta figura y mirada llamativa anda rondando por mi mente.
Las veces que veo pasar a Rocío, porque ese es su nombre, mi cuerpo tiembla y mi reacción es siempre la de un escudo, no puedo mentirte, a veces suelo verla por la persiana de mi oficina y ocasionalmente la abro para cruzar un par de miradas con ella, suelo pensar que es un simple coqueteo, pero me he ilusionado tontamente con ella, como me suele pasar en distintas ocasiones con distintas mujeres.
Hombre tranquilo, de costumbres recatadas y de hobbies tales como la lectura y el ajedrez, no trato de malgastar mi tiempo ni palabras en intentar un imposible como Rocío, no tengo mucho para ofrecerle a una dama tan distinguida como ella, aunque sé que es soltera también sé que muchos chicos la asechan al igual que yo, por eso siempre doy un paso atrás.
Mi amigo Eduardo de la oficina, jefe de recursos humanos, le ha echado el ojo y yo disimulado no digo nada, el me cuenta siempre de sus aventurillas dentro y fuera del trabajo y hace dos semanas la invito a salir, ella desistió asegurándole que conocía de antemano sus intenciones y que no valía la pena que malgaste su tiempo y dinero con ella, pues ella haría de esto un fracaso total en su intento.
Total, a Eduardo no le importaba un comino, las mujeres le sobraban, era intrépido y atrevido y como las demás damas que conocíamos lo consideraban buen mozo él no se hacía ningún problema.
Lo malo es que a mi estas cosas me afectaban yo comenzaba a sentir raramente cosas por una chica que sabía que no conocía y lo peor era que no pensaba hacer nada al respecto.
Siempre almorzaba con Elena, mi secretaria, nos llevábamos muy bien pero ella era muy niña para mí, estaba practicando en esta empresa y decidí yo darle su oportunidad, parecía una chica audaz e inteligente y no me arrepiento de mi elección porque así lo es hasta ahora y seguirá siendo, le he ofrecido un puesto fijo para cuando termine sus estudios pero sé que sus ideales son otros y sus objetivos no parten en esta empresa, yo no haré nada para impedir que consiga sus sueños.
Le contaba todo lo que me pasaba con Rocío, y ella solo decía “tontito, no dejes que ella te saqué de tu cordura, ¡qué mucha no te queda ah!”, me encantaban sus frases de alta sociedad y los lujos que se daba, se convirtió en una gran amiga para mí durante todo este tiempo.
Siempre que tomaba mi café los viernes por la noche me castigaba a mi mismo por no haberla invitado a salir, tomarnos un vino o ir a un buen restaurant, pero bueno soy así, vivo de mis remordimientos y de las quejas, hace buen tiempo colgué la toalla para el amor y decidí que no servía para el tema, pese a que Elena siempre recalcaba mis virtudes de hombre bueno y sensato no se explicaba cómo no conseguía a una buena mujer para mí y tampoco se explicaba lo obsesionado que estaba con Rocío.
Un día como hoy a las cuatro de la tarde en viernes Rocío toca la puerta y viene a anunciar su renuncia pues se iba con un mejor sueldo a un nuevo empleo en una gran empresa.
Al verla a los ojos solo me detuve un momento y solo atiné a decirle “¿te gustaría beber un café conmigo?, solo los dos, ¿como en una cita?”, ella me sonrió me miró a los ojos también y en una inesperada situación me respondió “desde la primera vez que me miraste de esa forma descubrí en ti algo que no veo en nadie más, no sé porque sentía que debía acercarme a ti, es por eso que siempre respondía a tus miradas, siempre te noté desde tu persiana mirándome con una ilusión de niño y la verdad es que yo jamás hice nada por la misma razón que tú, sé que te sientes insuficiente, lo hilarante es que yo también me siento así” yo no entendí su confusa respuesta pero no perdía nada en preguntar y al decirle que no entendía su figurada respuesta me dijo “te espero en el café del Kennedy, ¿no llegues tarde si?”.
La velada fue espectacular y a pesar de que la noche nos quedó corta, quedamos en vernos siempre después de su partida del trabajo, ella aceptó y me reveló que ella tomaba café en este mismo lugar y me veía siempre solo sentado en la mesa de la esquina, me dijo también esa misma noche, que sería mi último café en soledad porque ella se quedaría conmigo hasta que se acabe hasta la última gota.
El amor se va y al irse no regresa más, eso pensaba yo, hasta que descubrí que hay tantas cosas que uno no puede ver, sobre todo en cosas de amor, el amor puede ir y venir pero depende de ti dejarlo entrar y que perdure siempre en cada acción y cada paso que das.

lunes, 8 de marzo de 2010

La rosa divisora de dos mundos



A inicios de primavera en una tarde soleada, una rosa dorada brillaba por demás.
Solo el viento que soplaba despacio por la pradera podía acompañarla en la hermosa vista que ofrecía su ostentosa presentación.
Soy Rosa, se presentó, pero sus acompañantes evadieron su honorable descubrimiento, el viento sopló con más intensidad, creando temor en la pradera, todos voltearon a hacer reverencia a la nueva rosa de la primavera.
Susurra el viento nuevamente, haciéndole saber a Rosa que no estaba sola y que no se preocupase más, todos allí eran nuevos y costaba mucho aceptar la realidad.
El veterano le explicaba que estaba frente a un mundo nuevo donde el clima debía estar estable para mantener unida a la pradera.
Rosa comenzaba a conocerse a sí misma y ante ella tenía un nuevo aliado de repente, un fuerte roble con nacientes frutos le mostró amistad y lealtad.
Rosa se sentía una diosa sin carencias ni defectos, y poco a poco su debilidad iba saliendo a flote, su brillantez hacía aminorar la belleza de los demás florales de la pradera, haciéndola saberse insuperable ante los demás y su soberbia explotaba su poderío y supremacía.
El viento amenazó a la rosa de oro que de seguir con sus actitudes de altanería, una fuerte tormenta azotaría la pradera en busca de acabar con ella y que él mismo se encargaría de apoyar al clima en esa situación a lo que la rosa responde embriagada en poder que podía traer los males que quisiese, pues la rosa dorada no caería jamás.
A la semana siguiente cuando la enemistad con los demás miembros de la pradera era más que evidente, la tarde dejó de ser primaveralmente soleada y de vientos sutiles, pasó a ser fastidiosa y áspera; y la oscuridad se apropió de toda la pradera, paralizados todos recurrieron al poderoso árbol que seguía de cerca los pasos de la rosa dorada, este tratando de tranquilizar a todos evitó la desesperación, pero la rosa no podía dejar de ser la que llame más la atención y le gritó al viento que no le tenía miedo a nadie y que ella tenía poderes (de los cuales ni ella aún estaba enterada) y que podría acabar con el todo el reino del clima cuando ella lo desee.
El clima sacó participación y de repente comenzó a expresarse, mientras le decía a la rosa que era una desubicada y testaruda, la azoto con una fuerte ventisca que nació de la nada.
El árbol conocía los secretos de la rosa pues este viejo y poco novato roble había sobrevivido mucho tiempo, a las estaciones que el clima le otorgaba, él sabía que la rosa sólo podía explorar dentro de sí con ayuda de los demás miembros de la pradera.
La conexión mística que le da su ecosistema, la más bonita de las rosas estaba destinada a resignarse ante el reino del clima o a sus similares, ¿qué fue más difícil para ella?, ambos tratan de destruir tu orgullo y soberbia, y sin un poco de fuerza la rosa volteó ante sus compañeros a pedir inagotables disculpas sobre todo lo sucedido.
El roble sonrió ante la excelente decisión, pues se dio cuenta que la incesante rosa lo comprendió y las demás flores dejaron salir de si un polvo que volaba hacia la rosa de un color brillante e indistinguible, la pintaron de un color diamante que por obligación llamó al reino del sol.
El solo combatió con el clima por la vida de la pradera y al verse incapacitado por la fuerza inagotable del viento,la rosa tomó su última decisión, explotó y dejó volar sus pétalos por toda la pradera dejando caer su tallo y haciendo que el polvo mágico que se emanaba antes se disperse por toda la pradera y que contagie al clima, viento y sol.
La soberbia rosa se sacrificó como acto final a sus despistados e ingenuos actos, haciendo que la pradera no decaiga jamás, le consiguió una vida infinita a sus demás compañeros al sacrificar su vida y demostró su incansable felicidad.
El siempre sorprendente sol hacía recordar a la pradera, a la hermosa y brillante flor, y aunque se dejó llevar al principio por el poder de su belleza, su entrega dejó muy claro que su corazón era más puro que nada de lo que hay en el mundo y su alegría era opacada por una altanería inexplicable, pero nos damos cuenta de que todos tenemos una forma brillante de demostrarnos y demostrar ante todos como somos realmente.
Nació de color dorado y murió brillante como el más preciado de los diamantes y es así como todos recordarán a la rosa divisora de dos mundos, que se unieron más que nunca cuando esta hizo entender el valor y la potencia de la unión y la amistad.

-En memoria de Rosa Rivera-